Читаем El Jardín De Los Cerezos полностью

LOPAKHIN (escuchando a su vez). -No. ¡Esto no puede ser! Teníamos que haber recogido el equipaje, hacerlo cargar, acomodarlo en los coches, y eso, y lo otro, y lo de más allá… ¿Cómo es posible que ya estén ahí?… Lubova Andreievna ha residido en el extranjero por espacio de cinco años. Mucho debe de haber cambiado. En el extranjero se contraen nuevos hábitos, se cambian las ideas, se modifica el carácter. Como quiera que sea, Lubova Andreievna es una excelente mujer, llana, tratable, de buen corazón. Me acuerdo de que, siendo yo un mu- chachuelo de ocho años, mi padre, mercader de un pueblo inmediato, me pegó en la cara, no sé por qué, y me brotó sangre de la nariz. Lubova Andreievna, entonces tan jovencita, tan delgada, tan cándida, me tomó de la mano, me condujo al lavabo, que precisamente se hallaba en esta habitación, y me dijo: «No llores, aldeanito, no llores; esto no será nada. De aquí a tu boda, todo habrá pasado…» (1[1] ). ¡Ah, sí; aldeanito! En efecto: mi padre era un labriego, nada más que un insignificante labriego; pero yo, ahora, uso chaleco blanco y calzo botas amarillas… No cabe duda, soy rico; tengo muchísimo dinero; aunque reflexionándolo bien, mirando las cosas como son, yo, a mi vez, no soy sino un labriego… Quise leer este libro, hice lo posible por leerlo, traté de comprender, y nada comprendí. Las letras impresas me trajeron el sueño, y me dormí profundamente.

DUNIASCHA. -Los perros, sin embargo, no se duermen jamás cuando esperan a sus amos.

LOPAKHIN. -¿Qué te ocurre, Duniascha? Tu actitud me causa extrañeza.

DUNIASCHA. -Mis manos tiemblan. Mis piernas flaquean. Tengo miedo de caer.

LOPAKHIN. -Ello viene de que tú eres muy impresionable, de que te enterneces demasiado. Hay algo a en ti que no me agrada del todo; tú vistes como una señorita. No es posible continuar así. Debes acordarte de ti misma y hacerte cargo de cuál es tu verdadera condición.

EPIFOTOF (entra con un gran ramo de flores y con el traje de los domingos. Tropieza, y el ramo cae al suelo). -El jardinero me encomendó este ramo, diciéndome que había que colocarlo en un jarrón, sobre la mesa. (Epifotof entrega las flores a Duniascha, y ella cumple el encargo.)

LOPAKHIN (dirigiéndose a Duniascha). - Te he dicho que me traigas kwasP²¹

DUNIASCHA. -Ahora mismo. (Vase.)

EPIFOTOF. -Es ya de día… Tres grados bajo cero, y todos los cerezos en flor… Yo no puedo aprobar este clima. (Suspira.) ¡Ah! ¡No! Es absurdo. Nuestro abominable clima va siempre contra nuestra conveniencia. Permítame usted, Yermolai Alexievitch, que le explique mi caso: hace tres días compré un par de botas; mírelas, son éstas que llevo. Las malditas, se lo aseguro, hacen tal ruido que no hay modo de andar con ellas. ¿Qué hacer? ¿Cómo podría yo engrasarlas para que no rechinen?

LOPAKHIN. -¡Déjame en paz! Me fastidias con tus estúpidas historias.

EPIFOTOF. -Todos los días me ocurre algo desagradable. Al fin y al cabo, yo no me lamento. Ya empiezo a acostumbrarme a las contrariedades crónicas. Ellas me hacen ya sonreír.

DUNIASCHA (entra y presenta a Lopakhin el vaso de «kwas»). -Está servido el señor.

EPIFOTOF. -Voy a… (Pronuncia frases incoherentes, va de un lado para otro y sale.)

DUNIASCHA. -Tengo que decirle, Yermolai Alexievitch, que Epifotof quiere casarse conmigo; ha pedido mi mano…

LOPAKHIN. -¡Ah!…

DUNIASCHA. -¿Por qué no? Es una persona tranquila. Su único defecto es que cuando empieza a hablar no sabe contenerse, y habla, habla… No se le entiende todo lo que dice. Pero habla con entusiasmo, convencido de que sus palabras tienen un valor. A mí, a decir verdad, no me disgusta. Me quiere locamente. En el fondo, es una persona que no tiene suerte. Cada día le sucede alguna peripecia. En su casa se burlan de él. Le dan el nombre de el «Veintidós desgracias».

LOPAKHIN (aplicando el oído). - Duniascha, paréceme que llegan…

DUNIASCHA. -¡Llegan!… ¡Dios grande!… Casi me dan escalofríos…; ¡brrr!

LOPAKHIN. -En verdad, llegan. Vamos a su encuentro. ¿Me reconocerán todavía? ¡Cinco años hace que no nos hemos visto!

DUNIASCHA (con agitación). -Me siento mal. No me sostengo en pie. (Vacila.) Oíd, oíd… (Óyense ruidos de carruajes que se aproximan.) Se acercan… (Lopakhin y Duniascha precipítan- se fuera de la habitación. Esta queda vacía. Poco después aparece Firz, el viejo servidor, caminando difícilmente, apoyado en un bastón, y dirígese hacia la salida, por donde deben llegar los viajeros. Va vestido a la antigua. Lleva librea y sombrero de copa. Articula frases ininteligibles, como paralizado por la emoción. Óyense frases pronunciadas desde fuera.) Pasemos por aquí… Eso es…, por aquí…; ya estamos.

(Lubova Andreievna y Carlota Yvanovna entran. Carlota lleva tras sí, atado, a su perrito. Ambas están en traje de viaje. Siguen Ania, elegante; Gaief, Simeacof, Pitschik, Lopakhin y Duniascha, cargados de paquetes, paraguas y sombrillas. Camareras y criados transportan los baúles.)

ANIA. -¿Te acuerdas, mamá, de esta habitación?

Перейти на страницу:

Похожие книги

12 великих трагедий
12 великих трагедий

Книга «12 великих трагедий» – уникальное издание, позволяющее ознакомиться с самыми знаковыми произведениями в истории мировой драматургии, вышедшими из-под пера выдающихся мастеров жанра.Многие пьесы, включенные в книгу, посвящены реальным историческим персонажам и событиям, однако они творчески переосмыслены и обогащены благодаря оригинальным авторским интерпретациям.Книга включает произведения, созданные со времен греческой античности до начала прошлого века, поэтому внимательные читатели не только насладятся сюжетом пьес, но и увидят основные этапы эволюции драматического и сценаристского искусства.

Александр Николаевич Островский , Иоганн Вольфганг фон Гёте , Оскар Уайльд , Педро Кальдерон , Фридрих Иоганн Кристоф Шиллер

Драматургия / Проза / Зарубежная классическая проза / Европейская старинная литература / Прочая старинная литература / Древние книги